Israel planea desarraigar comunidades beduinas del 60% de Cisjordania y transferirlas a la fuerza a zonas cerradas y controladas. Si este plan sigue adelante, 27,000 personas desalojadas entre el fin de este año y 2012, de sus hogares y de su tierra; serán forzados a vivir en ghettos, sin espacio donde levantar sus viviendas, sin tierras que trabajar o donde alimentar sus rebaños. Esta cruel manera de colonización demuestra la acelaración de Israel en la limpieza étnica de las comunidades beduinas de Cisjordania que comenzó en comenzó en 1967 y cuyo programa Israel planea terminar en los próximos 3 a 6 años.
La primera fase de esta estrategia de apartheid racista está programada para finalizar en enero de 2012 con el desalojo forzoso de las comunidades beduinas del Este de Jerusalén. Estas personas serán trasladadas a un campo/ghetto cerca de Abu Dis en el Este de Jerusalén. Las tareas de construcción del ghetto ya han comenzado.
La segunda fase es la expulsión de las comunidades beduinas del Valle del Jordán a un ghetto separado del lugar, la Administración Civil Militar de Israel aún no ha decidido el lugar pero se estima que será cerca de Jericó.
Mientras estos planes salen a la luz, esto no resulta sorpresivo para los beduinos del valle quienes ya desde hace varios años han sido visitados en varias oportunidades con ofertas de pequeñas sumas de dinero para que abandonen sus tierras o directamente han sido desalojados por la fuerza.
En su política de forzar la transferencia de familias indigentes de sus tierras, el estado de Israel sigue pasos firmes en aplicar políticas como las del apartheid sudafricano cuando removían violentamente a los negros y los encerraban en barrios lejanos e indigentes. El modelo consiste en destruir las familias, las comunidades, su cultura, los alejan por la fuerza de los lugares naturales donde siempre han vivido beneficiándose de los recursos naturales que ahora el invasor usurpa y explota para su beneficio.
El Jordan Valley Solidarity ha estado trabajando con las comunidades beduinas desde el año 2004, desarrollando una resistencia de origen palestina de sus pobladores, con proyectos de construcción de hogares, escuelas y recursos acuíferos. Mediante la acción pacífica y cooperativa, las comunidades se convierten en un desafío serio para el zionismo que ilegalmente ocupa las tierras palestinas. El trabajo conjunto refuerza la idea de comunidad, la de no abandonar las raíces, la tierra. Continuas es resistir, y resistir es existir.
Lo que ahora necesitamos es despertar con urgencia al resto del mundo, reconocer lo que está sucediendo, y tomar acciones concretas para detener la limpieza étnica. De acuerdo con los planes de Israel todo se terminará en 6 años si no actuamos YA. Mientras los zionistas diseñan el plan de destruir las comunidades y apoderarse de la tierra, están sistemáticamete, todos los días, colonizando, construyendo más viviendas en las colonias y entregándolas a colonos ilegales.
En junio de 2011 la División de Asentamientos (Colonias) del gobierno israelí anunció que estaban duplicando la cantidad de tierra que entragan a cada colono del Valle del Jordán, pasando de 35 a 80 dunums. También incrementaron la cantidad de agua de 42 m3 a 51 m3 por año. El total de tierras controladas por colonos en el Valle del Jordán ha pasado de 56,000 dunums a 110,000 dunums.
Ellos aluden que la tierra será tierra del estado, y no propiedad privada, desconociendo el principio ancestral de tierra común que ha existido en toda la zona por generaciones, y además hacen oídos sordos a que es una tierra ocupada ilegalmente, los colonos no tienen ningún derecho sobre ella.
David Lahiani, cabeza de los colonos del Valle del Jordán, parece no darse cuenta de la ironía cuando le dice al Jerusalem Post, que esta expansión le dará a los granjeros colonos un sentido de normalidad en un momento en que el futuro parece incierto. A los beduinos se les niega todo derecho de seguridad y vida normal.
A fines de 2010 el gobierno israelí aprobó fondos para la construcción de docenas de unidades habitacionales en dos asentamientos en el Jordan Valley (Maskiyot and Sdemot Mehola), los que se encuentran situados muy cerca de comunidades beduinas donde recientemente se han registrado numerosas demoliciones: Al Maleh, Al Farisiya y Ein el Hilwa. No se perdió nada de tiempo en comenzar a construir y esta construcción coincidió en tiempo con el acoso in crescendo a las comunidades beduinas y las demoliciones.
Una investigación desarrollada por el Jordan Valley Solidarity muestra que, las comunidades beduinas del Valle han descendido de 52 comunidades que existían en 1967 a 17 comunidades hoy día. A esta situación se ha ido llegando a través de diferentes resoluciones y medidas a lo que se agrega que, al estar el Valle prácticamente en su totalidad en la Zona C, no se le otorga a la población permiso de construir infraestructura, establecimientos educacionales o de salud. La vida se torna tan difícil que la población elige irse, abandonar sus tierras, e instalarse donde a Israel le conviene aglutinar a los palestinos, en lo que quedarían siendo pequeñas islas, o ghettos, zonas A y B. Israel manipula a los donadores u ONGs que quieren trabajar en la Zona C, muchas veces se ven obligados a desarrollar los proyectos en las Zonas A y B, creando a su vez un terreno propicio para que las comunidades de la Zona C decidan mudarse buscando mejores formas de vida.
Israel usa también el agua como una herramienta para forzar, con la carencia del elemento vital, a abandonar la tierra. Para los palestinos de la Zona C, el acceso a los manatiales está restringido, se han declarado las áreas de las corrientes de agua zona militar cerrada, o se han drenado con bombas instaladas por Israel para ser trasladadas a las colonias. Las 52 comunidades palestinas que vivían en el Valle del Jordán en 1967, lo hacían alrededor de los manantiales, arroyos o pozos naturales de donde obtenían agua suficiente para sus necesidades. Hoy día, las 17 comunidades que permanecen tienen el acceso al agua prohibido, con la excepción de pequeñas cantidades de agua de lluvia que puede ser colectada cuando baja de las colinas.
Simultáneamente la compañía de agua Mekarot extrae agua de manera abusiva, instalando pozos sin ningún límite de profundidad y drenando todo el agua de la que disponían desde hace generaciones las comunidades palestinas y beduinas.
Las políticas racistas de Israel no se limitan a los beduinos del Valle del Jordán o el Este de Jerusalén. En septiembre Netanyahu aprobó el plan de transferir forzosamente a 30,000 beduinos desde sus tierras en el Neguev hacia gettos construidos especialmente para alojarlos.
Como escribió Ben White en Electronic Intifada:
“Las autoridades de Israel están planeando una expulsión masiva de alrededor de 60,000 palestinos, especialmente para dejar más terreno libre a la éxpansión de asentamientos. La Nakba nunca termina.»
La transferencia forzosa de las comunidades a ghettos es ilegal de acuerdo a las leyes internacionales:
“La ley internacional prohibe la transferencia forzosa de de civiles, sin importar o el motivo o los medios que se utilicen, a no ser que se requiera temporariamente para su propia seguridad o necesidades militares. La destrucción intencional o confiscación de tierras privadas, incluyendo hogares, así como la transferencia de colonos a territorios ocupados, están prohibidas. Como poder de ocupación, Israel tiene la obligación de proteger a la población civil y administrar el territorio para los beneficios de la población.»